EL BOSCO, ALEX P. Y LA GRAN VÍA DE MADRID.

Cuando las reuniones y las aspiraciones alcanzan la cima apocalíptica, por Alex P.
Triptico, El Jadín de las Delicias por El Bosco.
Museo del Prado, Madrid.
Nota mental, Alex P.
“No dar de beber a los demás”.
12:45 h.

Los medios de transportes son detestables en ciudades grandes. El trasiego de gente es continuo. Al salir de aquella oficina, Alex P. cargó con su pretensión de vuelta a casa. Promociones, eventos, conciertos y nada. Porque al final es nada. Con el tiempo se piensa tanto que las cosas se descomponen en un sinsentido. El circulo viciado de una ecuación diseñada para no ser resuelta nunca. Estalactitas y estalagmitas, pros y contras; nada. Y lo negro se expande en forma de apatía porque el momento no llega. El estallido final sordo otra vez y él absorto. Caminaba en fase acechado por el enemigo que vive dentro. Atraído por lo incomprensible para muchos, tiró de complejidad mental hasta el cruce por la larga avenida. Una estampida de personas anhelaban el paso a la otra orilla. ¿Y el barquero? 

Las nubes se movían con suavidad haciendo que todo adquiriera un dinamismo bien representado. En el suelo una distracción venida del horror interno del mundo; entrada caducada al Museo del Prado, El Bosco
“Puedes recortar cualquier cosa
 desde dentro
y asustar a los de afuera,
 que simularán
no conocerla”.

Alex P. sincronizó realidad y fobia. Esperpénticas fuentes fálicas adornaban la Gran Vía. Madrid estaba poblada por seres sin piedad. Algunos de ellos de formas despreciables se retorcían sin ocultar su delirio. Un personaje encadenado asomaba por la calle de Hortaleza. Su expresión era dulce, antes de matarte o condenarte ardientemente te dará un caramelo. 

Una pandilla un tanto rara se acerca, un moribundo sostiene una vela mientras la Muerte lo sigue atentamente con su mirada desde la otra acera. A ambos lados se ven reflejados en el escaparate un demoníaco ser y otro de apariencia “so cute“. Quieren algo para coleccionar entre los buenos o entre los malos.
A toda prisa de la calle del Valverde corre un hombrecillo rapado y decrépito. Tiene golpes en la cabeza de los cuales crecen plantas de un color artificial. Quiere poseer a su concubina.

Cause I’m a bad habit
One you cannot shake
And I hope that I change
Don’t follow me
Don’t follow me”
Bad Habit, Foals.
Fresas y madroños adornan el Teatro de la Luz. De fondo; muchos coches pitaban enfurecidos, algo obstruía la calle. En una esfera de cristal dos amantes encerrados gritan: –¡La felicidad es como el vidrio, se rompe pronto!-.
Ante Alex P. desfilan adolescentes con las orejas llenas de alfileres que no quieren escuchar nada, ¡No hay salvación! Nadie ha llamado a la policía.
Sonidos del subsuelo hacen temblar la calzada. Dentro del hombre- árbol hay figuras similares a los rr.pp. – ¡Sube mi amor, no hay nadie dentro! ¡Sube mi amor, sube a mi cerebro! ¡Trepa por mi esqueleto!-.



Alex P. cerró los ojos y al abrirlos una taladradora perforó sus tímpanos. Todo había terminado, la locura siempre es transitoria”.


Con motivo del V centenario de la muerte de Jeronimus van Aeken, “El Bosco”, el Museo del Prado presenta una exposición del artista. Ocho pinturas que reunidas mezclan cordura y locura a partes iguales de una forma  magistral. El gran enigma del Renacimiento que ha reunido a los mejores expertos en la temática en todo un desafío analítico y expositivo.

IL CARMINIO.


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